La milpa es resistencia. La comida de las comunidades, basada en el equilibrio de la siembra, se opone a la industrialización de los alimentos, a los agrotóxicos, a toda esa comida que no es comida. Esta es la historia de cómo Sumpango, Sacatepéquez, en Guatemala, implementa el conocimiento de las abuelas y abuelos como parte de su soberanía alimentaria. Ahí reside Justiniana Sánchez. “Antes mi casa era un desierto, no tenía nada de plantas y animales de patio. Desde que yo conocí sobre los derechos de las mujeres, soberanía alimentaria, asistí a talleres y capacitaciones con relación a la agroecología, inicié con mi proyecto de huertos familiares”, explica Justiniana. La llegada de la pandemia a la comunidad y sus hogares llevó preocupación a las familias y a Justiniana por la poca libertad para ir al campo, debido al toque de queda, el limitado acceso de distribución de los productos agrícolas y el cierre de mercados locales. Además, en Guatemala, las políticas que van surgiendo en cuanto al tema de alimentación tienen una lógica de comercialización, la mayoría de las producciones se impulsan a través del uso de agroquímicos sumamente dañinos. Al otro lado de las políticas gubernamentales, existe una búsqueda y puesta en práctica de formas para producir la alimentación en colectivo y desde maneras más justas, libres y autónomas para los pueblos. Justiniana dice “Mis compañeras están felices porque ya no tienen que ir a la tienda por sus ingredientes, ahora los tenemos a la mano, solo con salir de la cocina a nuestro patio y cortarlo”. Así como Justiniana y su colectivo, hay muchas familias intentando cambiar la forma de consumo y producción a las que han estado acostumbrados durante mucho tiempo.
Leer o escuchar el reportaje completo, parte de la serie Sembrar en Pandemia: Volver al sistema milpa en épocas de la agroindustria
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